Artículo: La sexualidad femenina y el abuso sexual

 

Por: Mtra. Karina Flores Magón

 

La sexualidad femenina y el abuso sexual

 

 

La sexualidad de la mujer ha sido “muy castigada” socialmente por los estereotipos patriarcales que con frecuencia se refieren a ella como sumisa, débil, obediente y sin poder, que deja poco espacio para una sexualidad sana e integrada. Estos estereotipos se convierten en las creencias e ideas normativas que se van formando sobre las mujeres por el simple hecho de ser mujeres; se tiene tan arraigado el rechazo de lo femenino y del ser mujer, que muchas veces desde él mismo instante en que se sabe que está siendo gestada una niña, se hace presente aunque sea de forma inconsciente.

Por lo regular, nuestro ser mujer se construye a través de los estereotipos, la socialización y las bases de género que  refuerza en las mujeres el amor romántico, el ser madre, el cuidado, la protección y la belleza física; y en  los varones el poder, el dinero, la acción y el control de los demás. Y por otra parte, las emociones diferenciadas por sexo como son la tristeza, la culpa y el miedo en las mujeres;  y de enojo, ira y agresividad en los varones. Además, pareciera que la vida de las mujeres está en buena parte destinada a que aprenda cómo debe amar y lo que significará el amor en su vida;  se nos enseña a amar para dar y ser queridas, y para ser reconocidas por alguien.

Por tanto, desde niñas vamos recibiendo mensajes confusos sobre nuestro ser mujer y nuestra sexualidad; mensajes ambiguos entre ser amorosas, condescendientes y lindas, pero a la vez negar, esconder y reprimir lo relacionado con lo sexual; lo que genera que cuando hay un abuso sexual en nuestra historia, sea tan complejo comprender si fue algo “que tocaba”, “que merecía”, “que es normal”, “que solo era un juego”, “que es algo que tengo que permitir porque a mi mamá, tías, abuela, etc., ya les pasó”.

Es como si las mujeres nos tuviéramos que acostumbrar a la idea de que lo normal en nuestra sexualidad es que sea transgredida, que se viva desde la violencia, el displacer, el desagrado o el abuso de poder y cuando esto sucede es difícil vivir nuestro cuerpo desde el gozo y la plenitud; con mayor razón, si el abuso sexual ocurrió en la infancia, esto se hace aún más presente y la confusión y la culpa que se generan, entre otras emociones como la tristeza, la vergüenza, el miedo y el asco,  pueden ser aún mayores.

Regularmente, cuando se ha vivido un abuso sexual, se pueden experimentar las siguientes vivencias: asco por el propio cuerpo, dificultad para experimentar un orgasmo o tener relaciones sexuales dolorosas, falta de deseo sexual, búsqueda de amor y afecto a través de una conducta hipersexualizada, sensación de cuerpo-mente divididos, baja autoestima y pobre autoconcepto, dificultad para decir no ante una relación sexual por miedo, sensación de abandonar el cuerpo, entre otras.

Es natural que estas y otras sensaciones estén presentes en tu vida si has vivido este tipo de experiencias, y para eso es importante que comprendas que sí es posible volver a vivir plenamente tu sexualidad, que te sientas amada y plena al contactar con tu cuerpo; para esto debes saber que puedes buscar ayuda y la terapia puede ser una opción que la asumas como un proceso de amor propio y autoafirmación; “la terapia es un derecho humano a disponer de mayores recursos  para vivir, para enfrentar mejor la vida, para tener más conocimiento del mundo y de nosotras mismas”[1], de nuestra sexualidad, nuestro cuerpo y nuestro placer; es una forma de empoderarnos de nuestras historias y vivir con la certeza de que tenemos derecho a hacerlo sin miedo.

[1] Lagarde, Marcela, “Claves feministas para la negociación en el amor”, Fundación Puntos de Encuentro, 2001.

 

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